sábado, febrero 03, 2007
viernes, febrero 02, 2007
jueves, febrero 01, 2007
Un primer día
Ya pasó bastante tiempo desde que me senté en la computadora del hostel de punta del este y escribí el titulo que titula este post. Inmediatamente lo escribi, lo borré. Y me fui a hacer no se qué cosa que no fuera sentarme a escribir o leer. De eso se trataron mis vacaciones de una semana. Todo empezó cuando se pincharon las vacaciones con las que contaba para la primer quincena de enero. Después de la angustia de esa frustración decidí relajarme intuyendo que alguna oportunidad aparecería. Y así fue. Un amigo modelo, cara de los anteojos infinit y de otras marcas, F (cuando sepa hacer links a otras páginas lo van a poder conocer; por lo pronto no puedo dar su nombre) me invitó a Punta del este. Pasé varios veranos de mi infancia allí como buen judío burgués pudiente. Pero esta vez era ir por la mía y con la ciudad el triple de cara. Acepté. En buquebus me encuentro con él. Breve clasificación: Cordobés altamente jodón, de un rostro minuciosamente perfecto. Un amigo de él nos acompaña, Martín, como yo. El hecho de llamarnos los dos igual me irritó durante toda esa intensa semana. Breve clasificación: Gay dentro del closet. Cada vez que decía "mi chica" se me hinchaba la carótida y cada vez que proponía pasar la tarde mirando vidrieras de las boutiques mas caras, con el entusiasmo de una quinceañera en jumper, me aliviaba sintiendo que la puerta del closet estaba entreabierta. Viajando en el buquebus con una piedra de porro en el pantalón -me pareció el lugar más seguro- y junto al cordobés, amigo de otra época en que fuimos compañeros de trabajo y sobrevivimos a una de las salas mas ardientes del infierno televisivo, y junto a este impostado hetero al que no le tenía ningún tipo de simpatía, en mi cabeza se confirmaba el miedo que preveía en buenos aires imaginándome en el lugar mas careta de sudamerica sintiéndome acompañadamente solo, mas solo que cuando se está fisicamente solo.
Llegamos a Colonia. Paso migraciones con la piedra quietecita pero sudorosa en mi bolsillo. Cola para subir al micro que nos depositará en el destino. De pronto: ¡Piroyansky! ¡Piroyansky! Pánico; no por la marihuana, sino por toda la gente dándose vuelta viéndome reaccionar y aceptar que ese es mi apellido. Me acerco a los tipos de buquebus que gritaban mi apellido. Me señalan un bolso y me dicen que me lo olvidaba. Me acerco y no es mío, pero tiene una etiqueta con mi apellido; bien escrito. Les digo que no es mío mientras caigo en la cuenta de lo que estoy portando en el bolsillo. Me responden: Le agradecemos por su honestidad. Ya pasó el miedo. Punta del este, hostel. Habitación para nueve personas y elijo mi cama. Le aviso a un conocido que estaba allá también. Nos pasa a buscar con un auto mas grande que un torino, un Ford Fairline, si es que se escribe así. Pasamos por su casa de Punta, me pide la piedra, se baja y al rato vuelve con un pedacito y me dice que por nuestra seguridad escondió la piedra en su cuarto. Nos lleva a una playa muy lejana, todo muy careta. Todas muy lindas, todos muy lindos. ¿Que hace un judío sin tostar, flaco y desgarbado ahi? ... La tarde se está terminando. La "movida" sigue en Osaka, un parador restorán con pileta en un lugar increible. Entramos con este conocido mío, Fabricio y Martín, y un amigo de mi conocido que era como un RRPP nato, de unos treinta y pico; muuuy tostado. Mi conocido (perdón pero no quiero ponerle nombre) nos dice que pidamos lo que queramos. Ninguno sabe qué decir inhibidos por lo concheto (concheto de conchudo) y él pide un clericot y maltratando al mozo lo hace traer los pocos platos que preparan a esa hora. El clericot es delicioso, los platos son mixs de frutos de mar, tremendos. La tarde se termina y antes de que llegue la noche llega la cuenta. Para mi sorpresa mi conocido, y ahora entenderán porqué no doy su nombre, nos hace dividir entre todos la cuenta. Dólares. De saber esto no hubiera osado entrar ahí. Por cómo venía la mano claramente él invitaba. En fin. Nos vamos cuando todos los clientes se tiran a la pileta. Todos hermosos.
La madre de mi conocido cumplía años ese mismo día y hacía una fiesta formato bar mitzvah en un hotel muy paquete. Pidió que yo fuera especialmente. O por lo menos eso me hizo creer mi conocido. Fui, con camisa. Le pedí una cámara y me dedique a filmar el evento. Filmé sobre todo al que estaba contratado para filmar, a la banda, un dúo que cada vez que los enfocaba saludaban a la camara con la misma sonrisa idéntica, un cantante de ópera y una odalisca sans-camarín, vistiéndose sola en el salón de al lado. Conocí una mujer de treinta y siete años, si mal no recuerdo, con la que me hice el langa, la saqué a bailar, nos pasamos números, me preguntó cuánto tiempo me estaba quedando, le respondí que una semana y me respondió: Sabés las cosas que podemos hacer en una semana. Se me hinchó el ego. Volví al hostel donde Fabricio, Martín y amigas de ellos me esperaban para ir a bailar. Después de unos clericots despegamos. Fuimos a varios boliches en los que Fabricio, todavía hoy no sé como, nos hacía pasar sin pagar. Me encontré con una ex compañera del secundario con la que había arreglado vernos. Perdí a mis "nuevos amigos" y quedé con ella y su amiga. Bailamos, mucho. Nos acercamos, nos queríamos besar, pero estaba su amiga. Le mandabamos ondas telepáticas: Andá al baño, andá al baño... pero no funcionaban. Nos terminamos besando delante de ella. Nos fuimos del boliche. Las dejé y me uní a mis amigos. Bailamos un rato mas y salimos, ya era de día. Caminamos hasta la parada de un colectivo que nunca llegó. Estabamos muy lejos. Mientras esperábamos hacíamos dedo, just in case. Paró un auto todo tunneado. Nosotros felices. Dos flacos iban adelante, muuuy manijas. Iban a los pedos. Preocupante. En punta del este hay un puente, el de la barra, que es como una serpiente. Consta de dos montañitas. Es divertido subir y bajar, subir y bajar. Se siente lo mismo que en una montaña rusa pero mas despacio. Bueno, estos pibes iban demasiado rápido y así siguieron en el puente. Cuando llegaron a lo alto de la primer montañita, en vez de desacelerar, como se supone que hay que hacer, aceleraron, es decir, el auto voló por los aires y aterrizo pronto a subir la próxima montañita. Los tres atrás viendo la muerte y el túnel, y el remix en imagenes de la vida, etc. La segunda montañita fue idéntica. Zafamos. Después le siguió una suerte de autopista. El pibe aprovechó para acelerar al mango. Nadie hacía nada, yo sentía que me iba a morir. Era el final, y era muy idiota morir así. Decidí sacarle tema de conversación para desconcentrarlo y así hacerlo desacelerar. Le pregunté cualquier cosa y empezó la charla. La velocidad bajó, pero a cada segundo de duda mío el riesgo subía. No sé de qué hablamos, pero apenas vi un edificio que me pareció familiar les agradecí por el aventón y bajamos. El coche se alejó mientras los tres llorábamos de la alegría. Fuimos a desayunar a una estación de servicio y la chica que había besado me preguntaba por mi paradero via mensajito. Me pasó a buscar por la estación de servicio y la acompañé a su casa. Nos besamos largo rato frente a la ventana donde su madre tal vez se despertaba. La calle desnuda y los dos desesperados buscando un rincón para hacer algo. Se mostraba un poco enamorada, en un suspiro la escuché decir: L´amore. Prefirió no hacer nada pero no me podía soltar. Me cansé de intentar de mil maneras y me fui. Caminé por la rambla con el día ya asentado. Era de mañana y me sentía bien. No hacía un día que había llegado y no podía sintetizar lo que había vivido.
Esta es una primera crónica. A lo largo del viaje conocí mucha gente y los vínculos fueron cambiando. Ya iré entregando mas información. Esto sería como una especie de: To be continued...
Ya pasó bastante tiempo desde que me senté en la computadora del hostel de punta del este y escribí el titulo que titula este post. Inmediatamente lo escribi, lo borré. Y me fui a hacer no se qué cosa que no fuera sentarme a escribir o leer. De eso se trataron mis vacaciones de una semana. Todo empezó cuando se pincharon las vacaciones con las que contaba para la primer quincena de enero. Después de la angustia de esa frustración decidí relajarme intuyendo que alguna oportunidad aparecería. Y así fue. Un amigo modelo, cara de los anteojos infinit y de otras marcas, F (cuando sepa hacer links a otras páginas lo van a poder conocer; por lo pronto no puedo dar su nombre) me invitó a Punta del este. Pasé varios veranos de mi infancia allí como buen judío burgués pudiente. Pero esta vez era ir por la mía y con la ciudad el triple de cara. Acepté. En buquebus me encuentro con él. Breve clasificación: Cordobés altamente jodón, de un rostro minuciosamente perfecto. Un amigo de él nos acompaña, Martín, como yo. El hecho de llamarnos los dos igual me irritó durante toda esa intensa semana. Breve clasificación: Gay dentro del closet. Cada vez que decía "mi chica" se me hinchaba la carótida y cada vez que proponía pasar la tarde mirando vidrieras de las boutiques mas caras, con el entusiasmo de una quinceañera en jumper, me aliviaba sintiendo que la puerta del closet estaba entreabierta. Viajando en el buquebus con una piedra de porro en el pantalón -me pareció el lugar más seguro- y junto al cordobés, amigo de otra época en que fuimos compañeros de trabajo y sobrevivimos a una de las salas mas ardientes del infierno televisivo, y junto a este impostado hetero al que no le tenía ningún tipo de simpatía, en mi cabeza se confirmaba el miedo que preveía en buenos aires imaginándome en el lugar mas careta de sudamerica sintiéndome acompañadamente solo, mas solo que cuando se está fisicamente solo.
Llegamos a Colonia. Paso migraciones con la piedra quietecita pero sudorosa en mi bolsillo. Cola para subir al micro que nos depositará en el destino. De pronto: ¡Piroyansky! ¡Piroyansky! Pánico; no por la marihuana, sino por toda la gente dándose vuelta viéndome reaccionar y aceptar que ese es mi apellido. Me acerco a los tipos de buquebus que gritaban mi apellido. Me señalan un bolso y me dicen que me lo olvidaba. Me acerco y no es mío, pero tiene una etiqueta con mi apellido; bien escrito. Les digo que no es mío mientras caigo en la cuenta de lo que estoy portando en el bolsillo. Me responden: Le agradecemos por su honestidad. Ya pasó el miedo. Punta del este, hostel. Habitación para nueve personas y elijo mi cama. Le aviso a un conocido que estaba allá también. Nos pasa a buscar con un auto mas grande que un torino, un Ford Fairline, si es que se escribe así. Pasamos por su casa de Punta, me pide la piedra, se baja y al rato vuelve con un pedacito y me dice que por nuestra seguridad escondió la piedra en su cuarto. Nos lleva a una playa muy lejana, todo muy careta. Todas muy lindas, todos muy lindos. ¿Que hace un judío sin tostar, flaco y desgarbado ahi? ... La tarde se está terminando. La "movida" sigue en Osaka, un parador restorán con pileta en un lugar increible. Entramos con este conocido mío, Fabricio y Martín, y un amigo de mi conocido que era como un RRPP nato, de unos treinta y pico; muuuy tostado. Mi conocido (perdón pero no quiero ponerle nombre) nos dice que pidamos lo que queramos. Ninguno sabe qué decir inhibidos por lo concheto (concheto de conchudo) y él pide un clericot y maltratando al mozo lo hace traer los pocos platos que preparan a esa hora. El clericot es delicioso, los platos son mixs de frutos de mar, tremendos. La tarde se termina y antes de que llegue la noche llega la cuenta. Para mi sorpresa mi conocido, y ahora entenderán porqué no doy su nombre, nos hace dividir entre todos la cuenta. Dólares. De saber esto no hubiera osado entrar ahí. Por cómo venía la mano claramente él invitaba. En fin. Nos vamos cuando todos los clientes se tiran a la pileta. Todos hermosos.
La madre de mi conocido cumplía años ese mismo día y hacía una fiesta formato bar mitzvah en un hotel muy paquete. Pidió que yo fuera especialmente. O por lo menos eso me hizo creer mi conocido. Fui, con camisa. Le pedí una cámara y me dedique a filmar el evento. Filmé sobre todo al que estaba contratado para filmar, a la banda, un dúo que cada vez que los enfocaba saludaban a la camara con la misma sonrisa idéntica, un cantante de ópera y una odalisca sans-camarín, vistiéndose sola en el salón de al lado. Conocí una mujer de treinta y siete años, si mal no recuerdo, con la que me hice el langa, la saqué a bailar, nos pasamos números, me preguntó cuánto tiempo me estaba quedando, le respondí que una semana y me respondió: Sabés las cosas que podemos hacer en una semana. Se me hinchó el ego. Volví al hostel donde Fabricio, Martín y amigas de ellos me esperaban para ir a bailar. Después de unos clericots despegamos. Fuimos a varios boliches en los que Fabricio, todavía hoy no sé como, nos hacía pasar sin pagar. Me encontré con una ex compañera del secundario con la que había arreglado vernos. Perdí a mis "nuevos amigos" y quedé con ella y su amiga. Bailamos, mucho. Nos acercamos, nos queríamos besar, pero estaba su amiga. Le mandabamos ondas telepáticas: Andá al baño, andá al baño... pero no funcionaban. Nos terminamos besando delante de ella. Nos fuimos del boliche. Las dejé y me uní a mis amigos. Bailamos un rato mas y salimos, ya era de día. Caminamos hasta la parada de un colectivo que nunca llegó. Estabamos muy lejos. Mientras esperábamos hacíamos dedo, just in case. Paró un auto todo tunneado. Nosotros felices. Dos flacos iban adelante, muuuy manijas. Iban a los pedos. Preocupante. En punta del este hay un puente, el de la barra, que es como una serpiente. Consta de dos montañitas. Es divertido subir y bajar, subir y bajar. Se siente lo mismo que en una montaña rusa pero mas despacio. Bueno, estos pibes iban demasiado rápido y así siguieron en el puente. Cuando llegaron a lo alto de la primer montañita, en vez de desacelerar, como se supone que hay que hacer, aceleraron, es decir, el auto voló por los aires y aterrizo pronto a subir la próxima montañita. Los tres atrás viendo la muerte y el túnel, y el remix en imagenes de la vida, etc. La segunda montañita fue idéntica. Zafamos. Después le siguió una suerte de autopista. El pibe aprovechó para acelerar al mango. Nadie hacía nada, yo sentía que me iba a morir. Era el final, y era muy idiota morir así. Decidí sacarle tema de conversación para desconcentrarlo y así hacerlo desacelerar. Le pregunté cualquier cosa y empezó la charla. La velocidad bajó, pero a cada segundo de duda mío el riesgo subía. No sé de qué hablamos, pero apenas vi un edificio que me pareció familiar les agradecí por el aventón y bajamos. El coche se alejó mientras los tres llorábamos de la alegría. Fuimos a desayunar a una estación de servicio y la chica que había besado me preguntaba por mi paradero via mensajito. Me pasó a buscar por la estación de servicio y la acompañé a su casa. Nos besamos largo rato frente a la ventana donde su madre tal vez se despertaba. La calle desnuda y los dos desesperados buscando un rincón para hacer algo. Se mostraba un poco enamorada, en un suspiro la escuché decir: L´amore. Prefirió no hacer nada pero no me podía soltar. Me cansé de intentar de mil maneras y me fui. Caminé por la rambla con el día ya asentado. Era de mañana y me sentía bien. No hacía un día que había llegado y no podía sintetizar lo que había vivido.
Esta es una primera crónica. A lo largo del viaje conocí mucha gente y los vínculos fueron cambiando. Ya iré entregando mas información. Esto sería como una especie de: To be continued...