domingo, abril 09, 2006

Panorama negro

Me parece que la intención de este post es más para no irme a dormir con una fea sensación que para comunicar un evento, que de paso, no viene mal escuchar.
Tras una larga noche de sábado, domingo seis am paro un taxi. El conductor es joven, tengo una especie de lema mental que es desconfiar de los taxistas jóvenes mas que de los viejos, inmediatamente cruzamos palabras amistosas y nos entendemos. Él es muy canchero pero con nivel, escucharlo es placentero y no es para nada pedante. Para empezar me devela su verdadera edad, 36, parece de 26 como mucho. Habla de su señora y me cuenta que planea dejarme en mi casa para volver a la suya así esta no desconfía de él. Está convencida de que se la pasa de putas y él me confirma que es un poco cierto; pero que tambien trabaja muchas horas. Me muestra un papelito en donde tiene anotado el teléfono de una clienta de la noche un poco más mayor que él. La llama "la viejita". Resulta que llevó a dos viejitas que estaban muy buenas. Deja a una y él les insinúa, a modo de juego de seducción, que estas planean violarlo. Una de ellas se suma al juego y en respuesta le dice que es muy chico para ellas. Él, muy vivo, les apuesta por su edad. Si aciertan, el viaje es gratis, de lo contrario la tarifa sale el doble. "Si no acertamos te como la boca de un beso" propone la que se bajaba. Estas no aciertan y dicho y hecho, se besan. Y no solo eso, sino que él se baja del auto y la besa en la calle mientras le toca las tetas. "¿Y la otra esperando en el auto?" pregunto. "Claro" me responde. Finalmente dejó a la amiga que pagó el doble de la tarifa como habían acordado "incluyendo el tiempo de espera" me aclara refiriéndose al tiempo de espera que se acumuló con el beso y la tocada de tetas.
Yo quedo maravillado con la anécdota. Escucharía veinte mas. Pero en vez de eso me cuenta que tiene cinco hijos. Me cuenta que a veces toma alcohol y la esposa se da cuenta y que la última vez le pegó con un palo mientras dormía. "No te estoy mintiendo, eh". "Te creo" le respondo. Después vino una serie de consejos de un hombre atrapado: cogé, pero ella en su casa y vos en la tuya.
La verdad es que no me quería bajar del taxi. Era muy cómodo. Doblamos en una calle oscura. "Ahora llegamos a la esquina y te afano" Me doy cuenta de que es un chiste pero con un temor inevitable. "Es un chiste" agrega. Dice que él no podría robar. Que es tan boludo que si robara lo encontraría la policía. "Se nace chorro". Yo lo apoyo en su pensamiento. Doblamos y me deja en mi casa. Le doy un billete de veinte. Me pregunta si tengo cambio. Le digo que alguno de dos. "Fijate a cuánto llegás" Casualmente llegué a ocho. Buenísimo. Me los pide y me dice "Apurate que mi mujer me mata". Se los doy mientras le digo "¿Estás seguro? Faltan dos pesos". Él "Por dos pesos no me hago ni mas rico ni mas pobre". Me da la mano, yo se la apreto con mucha confianza deseando que la próxima vez que pare un taxio sea él el chofer. Los saludos duran más de lo necesario. Llego a mi casa tranquilo y revivo momentos recientes. Me llama la atención el repentino apuro que le agarró con los billetes de dos pesos. Y así como el policía de "Los sospechosos de siempre" une cabos al final, mientras seguimos los pasos de Kevin Spacey que nos confirma la trampa que le tendió, me doy cuenta de que el billete de veinte es trucho. Es una hipotesis arriesgada y tirada de los pelos, no se cómo llegué a ella, pero tomando la billetera y viendo las imágenes patrias pixeladas siento un gusto amargo que sólo puedo intentar quitarme escribiendo este texto.
Acabo de presenciar en carne propia el mal de los humanos. Es algo que existe constantmente en el imaginario de todos y creemos que somos precavidos, pero estamos constamente sensibles a ser violados. Este chico acaba de mover una perilla en mi cabeza y no sé qué repercusiones tendrá en mi relación con el mundo.