viernes, junio 23, 2006

Un toque de sensibilidad

Cada vez que disfruto de algún hecho artístico, sea un cuadro, un espectaculo o un libro, toda mi neurosis y mis fobias cobran sentido, y en algún lugar, agradezco tenerlas. Así todo se equilibra, es lo que pago por disfrutar sensiblemente. Pero hay determinados personajes que despiertan notablemente mi curiosidad. Estas son personas a las que no les interesa el arte, o por lo menos no saben que podría interesarles, pero aún así tienen fobias y una neurosis similares. Pero claro, al no conectarse con el arte de ninguna manera y solo sufrir por estos tormentos, se vuelven desequilibrados. Y esta característica los distingue; son casi sensibles. El problema es que no lo saben y nunca se insentivó su amor por el arte, entonces se encuentran teniendo vidas normales solo que con un ingrediente de excesiva meditación desaprovechada. Tienen un alcance que a primera vista desconocen, pero creo que muy en lo profundo saben que poseen.
La anécdota es otra de taxis. Hace unos días me di cuenta que hacía mucho que no charlaba con un taxista, y creo que nunca viaje tanto en taxi como ultimamente.
Salí de un cumpleaños en día de semana. Me subí a un taxi. Un hombre de cuarenta y tantos bastante grandote con su ventanilla completamente baja. Yo, recuperándome de una suerte de bronquitis, después de dudar varios segundos me decido y le pido que por favor la suba y exagero que tengo una bronquitis tremenda. Él me hace el favor pero con cierta duda, y veo que en su mano tiene un cigarrillo sin prender. Mientras rezo porque no lo prenda se da vuelta y como si escupiera, me confiesa que es claustrofóbico. Me dice que subió la ventanilla porque se lo pedí bien y estoy enfermo, aparte, el viaje es corto. Y me cuenta que en general miente que se le rompió la manija, pero que esta vez hizo una excepción. Dudo entre ceder a su fobia o cuidarme de mi estado pulmonar, pero sin dejarme pensar empieza su verborragia desenfrenada. Me cuenta que si cierra las ventanillas se empieza a quedar sin aire, y que llueva, truene o nieve (lo de nieve le sucedió incluso) siempre tiene su ventanillla abierta entera. Me hablaba y se notaba que todo lo tenía demasiado analizado, eso me acercaba a él. Me llegó a contar que hasta una pasajera casualmente era psicóloga y fue como una introducción a la posibilidad de hacer terapia. Su conclusión fue que con toda la guita que gastaría, mejor era abrir la ventanilla y punto; esto, sinceramente, me alejó de él. Después me contó de su novia poseedora de otra fobia. Le agarran ataques en los que cree que se va a morir de un paro cardíaco (Ahí sentí una identificación absoluta). Me cuenta que ha tenido que salir de restaurantes con la comida recién servida, llamar una ambulancia, sólo por esta fobia, hasta que un día decidió dejar de hacerle caso. Se cansó. Después me empezó a detallar sus peleas de pareja en las cuales uno le echa en cara al otro la fobia que le quita el sueño. O sea que no les es suficiente con sus propias cabezas porque tienen a otro al lado que les está empeorando el estado mental. Ya faltaba poco para llegar a mi casa y me confiesa que está empezando a quedarse sin aire. Yo veo toda su situación, todo su sufrimiento y esa pareja de tal para cual y pienso: que al pedo todo ese tormento. Si por lo menos hubiera una especie de recompensa tendría un poco de sentido, pero la neurosis solo por si misma no lleva a ningún lugar. Como dije antes, la sensibilidad por el arte la equilibra, o por lo menos es la mentira que me funciona para sentirme aliviado cuando mi cabeza empieza a dar vueltas de mas.