Meado por los perros
Me levanto a las ocho de la mañana para hacer pis y seguir durmiendo hasta el mediodía. De pasada chequeo los mails. Hay uno de una tal Fedra, como la de la tragedia. Me dice que tengo pasaje de avión que sale ese mismo día a las 14 hacia atenas a un festival de cine donde una peli mía está en la competencia. Hago mi valija y viajo. Abro el pasaje y merodeo diez dias por europa. Ahora de vuelta encuentro este post que nunca publiqué y que escribí hace cuatro meses o más.
Uno a veces puede mirarse de la peor manera después de haber sufrido eventos desafortunados; a ubicarse en un lugar peor del que se está. Uno tiende a exagerar la miseria propia. Pero esta vez fue un amigo el que se refirió a mí como el meado por los perros; y eso me preocupó. No sólo me di lástima sino que también me sentí patético y desvalorizado. No es para tanto, me digo ahora con la distancia que me da escribir poniendo las cosas en perspectiva. Paso a explicar.
Ya narré detalladamente en un post titulado “El uruguayo” mi aventura con la delincuencia en la que se incluía un robo de billetera -con su rápida recuperación- y un robo de celular. Poco tiempo después de ese evento, que tuvo lugar en vera y serrano, me fui a vivir solo a cuatro cuadras de allí. Durante la primera semana de estadía en la casa nueva, arriba de un colectivo de la línea ciento diez me acerqué a la puerta de bajada y toqué el timbre. Antes de que el colectivo se detuviese, de bien obsesivo que soy me palpé los tres bolsillos en donde llevo cosas, los delanteros: llaves y celular, trasero: billetera. Cuando toco el de atrás está vacío. Como reflejo exclamo: me robaron la billetera!, sin pensarlo y en voz bien alta. Me desespero y una señora parada detrás mío me dice que está en el suelo. El colectivo se detiene en mi parada y abre la puerta. Me agacho y agarro la billetera. La puerta se cierra. Grito para que la abran (hacer esto en una situación distinta me genera tal vergüenza que soy capaz de bajarme en la parada siguiente por no gritar). La puerta atina a abrirse pero no lo hace del todo y se vuelve a cerrar. Grito como esa gente que yo mismo describiría como desesperada, pero el colectivo arranca. Un tipo ubicado atrás de la vieja me empieza a hablar, no me acuerdo qué me dijo, pero creo que algo relacionado a la parada, a la puerta, al colectivero, me marea. El colectivo para en la parada siguiente, me doy cuenta que me dejó mejor que en la anterior en la que pretendía bajar. Me bajo y lo único que se me ocurre hacer es salir corriendo. En fin, del bolsillo la billetera no se me pudo haber caído. Y ese tipo que no paró de hablarme logró el cometido de marearme. Intento fallido #2 de robo de billetera. Desde entonces llevo la billetera en el bolsillo de adelante.
Hoy viajé en la línea B del subte. Eran aproximadamente las seis y media y el viaje era desde pasteur a malabia. La gente volvía de sus trabajos y el subte llegó bastante lleno. No tanto como a la mañana temprano, pero si como para ir apretado y tener a un desconocido a la distancia de una novia. Me subo junto con un grupo de personas y dos tipos desesperados entran en donde claramente no entraban. Me empujan como nunca antes nadie me empujó y quedo contra un muchacho cara a cara aplastándolo contra los caños que separan los asientos del área de la puerta. La presión que hacen es descomunal y lo único que atino hacer es pedirle disculpas mientras él escucha el walkman y me mira gesticular mostrándose indiferente. La puerta se cierra partiendo por la mitad a uno de estos hombres desesperados y dejando afuera la mitad de mi mochila. El subte vuelve a abrir todas sus puertas y estos dos hombres se bajan al andén –recuerdo a uno alto que sonreía avergonzado por haber intentado entrar en donde no cabía-. El subte arranca y mi obsesión me lleva a chequear como hago todo el tiempo mis bolsillos. Pero ahora son solo los dos de adelante y uno está vacío. Me robaron la billetera, exclamo de la misma manera que en el ciento diez. Y una señora poco sorprendida me dice: Y, si, fueron estos tipos de recién. No se si era la cercanía física de los pasajeros, pero todos se mostraron rápidamente compungidos por lo que yo acababa de vivir. Un hombre grande dijo: Yo cuando los vi subir me di cuenta.
Me la robaron. Intento #3 logrado. Lo único que me quedó fueron varias estaciones más donde sólo podía observar unos metros delante mío a una vieja que por los movimientos de su cabeza debía estar hablando de la inseguridad. Puede ser que siempre haya una vieja? Y yo, recluido a un costado. Congelado. Con el pantalón más liviano. Pensaba en otros países. Pensaba en europa.
Me levanto a las ocho de la mañana para hacer pis y seguir durmiendo hasta el mediodía. De pasada chequeo los mails. Hay uno de una tal Fedra, como la de la tragedia. Me dice que tengo pasaje de avión que sale ese mismo día a las 14 hacia atenas a un festival de cine donde una peli mía está en la competencia. Hago mi valija y viajo. Abro el pasaje y merodeo diez dias por europa. Ahora de vuelta encuentro este post que nunca publiqué y que escribí hace cuatro meses o más.
Uno a veces puede mirarse de la peor manera después de haber sufrido eventos desafortunados; a ubicarse en un lugar peor del que se está. Uno tiende a exagerar la miseria propia. Pero esta vez fue un amigo el que se refirió a mí como el meado por los perros; y eso me preocupó. No sólo me di lástima sino que también me sentí patético y desvalorizado. No es para tanto, me digo ahora con la distancia que me da escribir poniendo las cosas en perspectiva. Paso a explicar.
Ya narré detalladamente en un post titulado “El uruguayo” mi aventura con la delincuencia en la que se incluía un robo de billetera -con su rápida recuperación- y un robo de celular. Poco tiempo después de ese evento, que tuvo lugar en vera y serrano, me fui a vivir solo a cuatro cuadras de allí. Durante la primera semana de estadía en la casa nueva, arriba de un colectivo de la línea ciento diez me acerqué a la puerta de bajada y toqué el timbre. Antes de que el colectivo se detuviese, de bien obsesivo que soy me palpé los tres bolsillos en donde llevo cosas, los delanteros: llaves y celular, trasero: billetera. Cuando toco el de atrás está vacío. Como reflejo exclamo: me robaron la billetera!, sin pensarlo y en voz bien alta. Me desespero y una señora parada detrás mío me dice que está en el suelo. El colectivo se detiene en mi parada y abre la puerta. Me agacho y agarro la billetera. La puerta se cierra. Grito para que la abran (hacer esto en una situación distinta me genera tal vergüenza que soy capaz de bajarme en la parada siguiente por no gritar). La puerta atina a abrirse pero no lo hace del todo y se vuelve a cerrar. Grito como esa gente que yo mismo describiría como desesperada, pero el colectivo arranca. Un tipo ubicado atrás de la vieja me empieza a hablar, no me acuerdo qué me dijo, pero creo que algo relacionado a la parada, a la puerta, al colectivero, me marea. El colectivo para en la parada siguiente, me doy cuenta que me dejó mejor que en la anterior en la que pretendía bajar. Me bajo y lo único que se me ocurre hacer es salir corriendo. En fin, del bolsillo la billetera no se me pudo haber caído. Y ese tipo que no paró de hablarme logró el cometido de marearme. Intento fallido #2 de robo de billetera. Desde entonces llevo la billetera en el bolsillo de adelante.
Hoy viajé en la línea B del subte. Eran aproximadamente las seis y media y el viaje era desde pasteur a malabia. La gente volvía de sus trabajos y el subte llegó bastante lleno. No tanto como a la mañana temprano, pero si como para ir apretado y tener a un desconocido a la distancia de una novia. Me subo junto con un grupo de personas y dos tipos desesperados entran en donde claramente no entraban. Me empujan como nunca antes nadie me empujó y quedo contra un muchacho cara a cara aplastándolo contra los caños que separan los asientos del área de la puerta. La presión que hacen es descomunal y lo único que atino hacer es pedirle disculpas mientras él escucha el walkman y me mira gesticular mostrándose indiferente. La puerta se cierra partiendo por la mitad a uno de estos hombres desesperados y dejando afuera la mitad de mi mochila. El subte vuelve a abrir todas sus puertas y estos dos hombres se bajan al andén –recuerdo a uno alto que sonreía avergonzado por haber intentado entrar en donde no cabía-. El subte arranca y mi obsesión me lleva a chequear como hago todo el tiempo mis bolsillos. Pero ahora son solo los dos de adelante y uno está vacío. Me robaron la billetera, exclamo de la misma manera que en el ciento diez. Y una señora poco sorprendida me dice: Y, si, fueron estos tipos de recién. No se si era la cercanía física de los pasajeros, pero todos se mostraron rápidamente compungidos por lo que yo acababa de vivir. Un hombre grande dijo: Yo cuando los vi subir me di cuenta.
Me la robaron. Intento #3 logrado. Lo único que me quedó fueron varias estaciones más donde sólo podía observar unos metros delante mío a una vieja que por los movimientos de su cabeza debía estar hablando de la inseguridad. Puede ser que siempre haya una vieja? Y yo, recluido a un costado. Congelado. Con el pantalón más liviano. Pensaba en otros países. Pensaba en europa.
7 Comments:
dos palabras: dinero electrónico
A mí la última vez que me chorearon fue en la Plaza del Sol, Madrid. Y me chorearon todo todo. En Europa también se consigue!
Adiegrimgou
¿Y cómo hiciste para viajar sin documentos?
me robaron la cedula. viaje con pasaporte.
billetera en bolsillo trasero, nunca. lleva una mochila o un morral, al menos te vas a dar mucha cuenta si te la roban!
justamente el tema fue que llevaba la billetera en el bolsillo delantero del jean.
Y hace poco te robaron otra vez, no? Los de la moto que subieron a la vereda, o algo así decía tu tweet... Igual este post es viejo, ya sé; pasó mucho tiempo en el medio.
Me mata tu reflexión del final; "Puede ser que siempre haya una vieja?".
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