lunes, junio 11, 2007

El uruguayo

Ya me impresiona el valor que cobró la historia contada; cada vez el delay entre que sucede y que se transforma en material rico es menor. Tanto que casi vivo pensando en cómo lo voy a contar mientras el evento se desarrolla. Y me impresiona tanto porque lo que me pasó esta última vez fue muy violento y muy genial a la vez; y aun así este delay fue menor que nunca.
Sábado a la noche. Fiesta-Karaoke en serrano y aguirre. Canté mucho, y a la madrugada, con los retazos de voz que me quedaban, tripliqué la apuesta sin ningún tipo de piedad por mis cuerdas vocales. Seis a.m. me voy. Saludo gente en la puerta. Ellos se van para córdoba, yo para corrientes a tomarme el colectivo. Me calzo la capucha como manera de anonimarme. Camino una cuadra y media y cien metros adelante camina un grupo numeroso de gente en la misma dirección. Cuando estoy por llegar a la intersección de serrano con vera, por esta aparece un muchacho de la calle. Y aparece con un ímpetu pocas veces visto. Veo que dobla la esquina caminando cerca de la vereda mientras que yo camino pegado a las paredes de las casas. Me ve y arremete a acercárseme totalmente decidido. No atino a nada, en mi existe la esperanza de que sólo pase por al lado mío, pero ingenuo de mi me acorrala. Busco pretextos. Es un ejercicio que hago siempre: me imagino qué le puedo decir a un ladrón. Por ejemplo: Me acaban de robar todo, o estoy muy borracho, o cuidado que hay un cana atrás tuyo. Bueno, en ese momento me doy cuenta la estupidez que siempre creí que me podría ayudar. Aunque lo intento. Le dije, creo, estoy re mal, finjo estar como drogado o algo similar, me dice: dame todo, dame todo. Saco de la billetera ubicada en el bolsillo de atrás del jean todos los billetes posibles y se los doy. Le digo, volviendo a la estrategia anterior, cuidado con la gente de adelante; refiriendome al grupo que caminaba una cuadra delante mío. Él gira y los ve y me responde: que pasa? Y sigue adelante con su tarea. Me revisa como un patova en la puerta de un boliche y de la campera me saca el estuche de anteojos y las llaves. Me pide el celular, le digo que no tengo. Manotea el otro bolsillo de atrás y lo encuentra. Me pregunta por qué le miento. A la vez me saca la billetera, esto no me lo acuerdo porque fue casi simultáneo. Me devuelve las llaves y los anteojos y con lo demás en las manos me dice: Volá de acá, señalándome la dirección en la que yo venía. Le hago caso y cuando estoy llegando a la otra esquina veo a unas personas en la vereda de enfrente caminando en dirección a corrientes, o sea, hacia donde me dirijía en un primer momento. La presencia de ellos me da confianza y giro. El pibe desapareció. Doy media vuelta y me dirijo hacia la zona del hecho, con un poco de seguridad por la gente de enfrente. Cruzo vera y el pibe desapareció. Camino hasta corrientes vacío. Se llevó mi identidad. Se llevó horas de mi vida que voy a perder haciendo colas en tramites. Se llevó la seguridad de tener todos los teléfonos en el celular. Se llevó, por lo menos, las cosas que me hacen un ciudadano moderno. Llego a la esquina debatiendo cómo volver a casa sin un centavo. Cero. Hay un puesto de diarios. Me acerco. Siento que es inútil todo. Pero me paro ahí y veo cómo dos hombres desmontan pilones de diarios calentitos y van armando juegos con revistas. Dentro del puesto hay una señora que en un momento me mira, como miraría a cualquier cliente que se detuviera allí. Le cuento todo. Me pregunta si quiero que llame a la policía y a mi un poco me da lo mismo pero antes que nada acepto. Curiosamente en el puesto hay un teléfono de línea. Llama. En unos minutos llegan. Se acerca por serrano un patrullero. Se detiene en la esquina y me acerco. Les digo que yo fui al que robaron. Me dicen que me suba. En mi cabeza me debato si esto va en contra de mis principios mientras que me cago en cualquier pensamiento irrelevante. Subo y les digo que fue en la otra esquina, en la de serrano y vera. Manejan hacia ella. Son tres policías, dos adelante y uno atrás al lado mío. Mientras pasamos por la esquina en donde fui robado veo al muchacho, si, al que me robó y lo señalo crispado: Es él, es él. Tenía ese caminar, por eso lo reconocí. El policíaconductor hace una maniobra mientras que el que está a mi lado saca su revolver. Empezó la peli de acción. Yo, como en una acción refleja, me pongo la capucha y me agacho para que no me vea. Escucho que le dicen pibe quedate quieto. Bajan y lo ponen boca abajo en el suelo. Se me acerca un policía y me pregunta si estoy seguro de que es él. Con una confianza falsa digo: si. Lo revisan y otro policía se me acerca con una billetera marrón; me la muestra tratando de no ser visto por transeúntes ocasionales y me pregunta si es mía. Le digo que si, mientras que en el fondo pienso que mi billetera es de las mas comunes: marron, de cuero. Al pibe lo tienen esposado y en el suelo. Yo estoy en el auto todavia prendido y en doble fila. Dos policías se acercan a la esquina. Revisan el tacho de basura. Iluminan algo en el suelo. Escucho poco, pero entiendo la palabra testigo. Un policía cruza serrano y para a un tipo. Un momento después paran a un muchacho. Los testigos reciben instrucciones y se acercan al detenido que es puesto de pie contra la pared del hall muy iluminado de un edificio. Temo que me vea. Me pongo los anteojos y veo todo nítido. Lo están revisando al pibe. Le sacan cosas y las tiran al suelo. Entre ellas mi billetera y otra mas. De la otra sacan un papel tamaño A4 doblado chiquito y lo abren. Miro a los testigos pero esta vez los veo nítidos. Miro al más joven y me doy cuenta que lo conozco! Es el amigo de un amigo! En voz baja me digo: no lo puedo creer. Liberan a los testigos y se van caminando. El amigo de mi amigo me mira y me levanta las cejas, yo idiotamente levanto la mano y lo saludo como un nene saluda desde un tren a su abuelo parado en el andén. Un policía se acerca al auto y rápidamente bajo la mano tejiendo en mi cabeza una hipótesis posible que pudieran formular, de alguna suerte de arreglo que yo pudiera tener con los testigos. El policía me dice que lo acompañe a la seccional y da la orden de que le corran la cara al pibe para que no me vea. Camino varias cuadras con este cana que es pelado, flaco y alto. Está excitado, el operativo lo puso contento. Lo hizo sentir imprescindible. Por un handy comenta que se dirige a la comisaría con el damnificado. Ya tengo nombre nuevo. Me robaron la identidad y ahora el sistema me encontró uno nuevo. Hablamos del detenido. Me dice que tiene veinte años y que el papel que sacaron de su billetera es un certificado que dice que es uruguayo. En un silencio de la charla balbucea: son una basura. Estamos en la esquina de la comisaría y veo que no le quita los ojos de encima a un tipo que esta parado al lado de una camioneta con la puerta del conductor abierta y con el cuerpo dentro de ella, inclinado sobre los pedales. Me dice que vaya hasta la comisaría sin él. Entra en acción nuevamente. Yo entro a la comisaría y minutos despues aparece. Me llevan a un despacho. Me preguntan cosas y yo empiezo a observar todo tomando nota de los detalles para despues escribir esto. Estoy loco? Afuera se hace de día. Un policía vierte de una bolsa todo lo que le extrajeron al muchacho, en adelante el detenido, sobre la mesa. Me preguntan qué es mío. Señalo la billetera, mi trajeta de crédito, mi tarjeta de osde y algunos billetes. Hay mas billetes de los que yo poseía. Deducen que el pibe vendió mi celular. Con una rapidez extraordinaria. De la otra billetera sacan el papel que vi antes que certifica su uruguayez y otro papel impreso de computadora titulado "Mi primer amor". El pelado redacta un texto en el que se cuenta, con palabras de la jerga policíaca, todo el evento. Me va preguntando cosas y en voz alta me cuenta lo que va escribiendo. Yo soy coloquial y el policial. Me doy cuenta que es como una especie de artista ahí adentro. Es el poeta que plasma todo lo que nos sucede a los damnificados. Yo le cuento y él anota con sus palabras. Me plagia la experiencia en simultáneo. Una vez terminado lo imprime. Me lo da a leer para que le de mi visto bueno. Soy como su editor. Las faltas ortográficas lo corren del lugar de poeta, así como su redacción. Otro policía me dice que me va a dar monedas para que me vuelva a mi casa. Me lleva hasta su auto y de un tapper extrae dos pesos con cincuenta. Yo le agradezco y me voy con mi certificado con el que voy a hacer el trámite de la cédula y el celular. Camino una cuadra y decido ir al lugar del incidente a buscar mi cédula que debe estar descartada en algun cantero o tacho de basura. En el camino hay un destacamento de bomberos con un policía en la puerta. Le cuento lo que me pasó y le pido que me acompañe a buscar mis documentos. Me aconseja ir a la comisaría. Vuelvo temiendo ser un pesado. Ellos son muy amables y me llevan en un móvil en el que recorro la manzana entera con la marcha muy lenta. No veo ninguna cédula por ningún lado. Me dejan en la parada del colectivo. Vuelvo a casa. Me voy a dormir extrañado. Me despierto por mi papá que me cuenta que una pareja de viejos me trajeron mi cédula y mi tarjeta del banelco que encontraron en la puerta de su casa. Miro por la ventana y los veo. Es cierto. La pareja de viejos judíos mas amables de villa crespo. Hoy fue un domingo raro. Caminé varias cuadras con mucho miedo. Me crucé dobles del uruguayo y tuve taquicardia. Haciendo un balance la saqué barata. No me pasó nada. Y de última, todo lo feo lo transformé en este post que es productivo, intelectual, sensible, bla bla. Vayanse todos a la mierda, los que escribimos y los que leemos.

6 Comments:

Blogger Diego Agrimbau said...

Definitivamente sos un vórtice de eventos extraños que implican a Uruguay.
A unas pocas cuadras de donde te pasó esto, me quisieron chorear dos veces, con un día de diferencia, en la misma esquina, dos tipos diferentes, pero ambos rubios.
Al primer rubio, viéndolo chiquito e inseguro, lo prepotié diciéndole "pero qué me vas a chorear vos, ¿no ves que estoy yendo a laburar?"
Juro que funcionó, el tipo se quedó quieto y me fui. Al segundo rubio, que era más grandote y agresivo, sin pénsarlo ni nada, le dije: "¡No me podés afanar! ¡Ya me afanaste ayer!" El tipo se me quedó mirando, confundido y se dio un diálogo más o menos así:
-¿Yo te afané ayer?
-Sí, sí, te di todo. Así que ahora no tengo nada.
-¿En serio?
-Sí, dejame ir.
-Y bueno, andá.
Y me fui a la agencia. No sé porqué, su rubiez me pareció suficiente para legitimar el hecho de que eran "el mismo". Como una segunda versión mejorada. Un Rubio Ladrón 2.0.
Al próximo rubio ladrón que me toque, le doy todo.
Salute

1:21 p. m., junio 11, 2007  
Blogger malena said...

las cosas que te pasan cuando no sacás a pasear a tu piba-tachera que te resguarda en su
auto-heladera de todos esos bandoleros malhechores.

bien narrado be, me divertió tu mal momento...
No entiendo el final enojado (muy maleniano para mi gusto)

11:08 a. m., junio 12, 2007  
Blogger Caminovich said...

dos viejitos judíos...
judíos, judíos, judíos. Donde quiera que veas sólo hay judíos.
sos tu propio ghetto
(^_^)U

11:50 a. m., junio 15, 2007  
Blogger Pedro Kuy said...

Zar-pa-do.
Qué es esta extraña energía que siento al terminar de leer tu texto?
No sé, pero es MUY RARA. Y eso está bien. Y, sí, que se vayan todos a la mierda.

9:57 a. m., junio 24, 2007  
Blogger Agostina Luz said...

me gustan leer tus historias, te imagino a vos viviendolas y pensando todas esas cosas, como que no estás ahi, ya estás afuera construyendo algo de eso.

te puse en mis links, ojo con el ataque freak!!!

11:44 p. m., junio 27, 2007  
Anonymous Anónimo said...

que me fui y me quedé con ganas de decirte lo mucho que me gustó este texto, y en especial el remate. y también ese otro que me diste en el cubo, muy hermoso si si.
besos!

12:49 a. m., julio 12, 2007  

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